Varios de los actores de la industria eléctrica, junto a autoridades e incluso la presidenta de la República, pudimos presenciar en noviembre del año pasado, en las icónicas y tecnológicas pantallas digitales del Centro de Despacho y Control, como las curvas que simbolizaban cada uno de nuestros principales sistemas interconectados (SIC y SING) se sincronizaban hasta volverse una sola frecuencia. Nuestro sistema eléctrico nacional, separado en dos sistemas por décadas, pasaba a ser uno solo.
Ese momento histórico, por supuesto, fue el fruto del trabajo mancomunado del nuevo Coordinador Eléctrico Nacional, las autoridades y empresas que durante varios años trabajaron, primero en los proyectos de interconexión, luego en una nueva regulación e institucionalidad para la transmisión eléctrica en Chile, y finalmente, en las obras concretas que lograron la interconexión física de los sistemas.
A partir de la unión de los antiguos SIC y SING, en Chile contamos con uno de los sistemas más extensos del mundo. Más de tres mil kilómetros de líneas eléctricas que abarcan una enorme porción de nuestro extenso territorio. Desde Arica por el Norte hasta Chiloé en el Sur, entregando energía a casi el 98% de la población de nuestro país. De acuerdo a los estudios de impacto de esta obra, la misma tendrá un efecto positivo en el PIB de Chile de hasta 1.500 millones de dólares y permitirá disminuir los costos de la energía, en el tiempo, de forma significativa.
Sin embargo, este logro no es algo aislado. Seguramente simboliza, junto con el desarrollo de las energías renovables de nuestro país y los récords de precio en las últimas licitaciones de suministro, un tiempo de cambio y consolidación de nuestra industria.
Pero todos los éxitos, para ser reales y efectivos, requieren una manifestación concreta en el bienestar y productividad de los países, su gente y sus empresas. Así, los últimos años nuestro país no sólo ha visto avances como los que resumo acá, sino que ha avanzado también y de manera decidida en mejoras regulatorias y de calidad de servicio que con el tiempo nos permitirán poder prestar a cada uno de nuestros clientes un servicio cada vez mejor y más eficiente.
Tanto la interconexión de nuestros sistemas como las nuevas inversiones en transmisión eléctrica tienen como foco una mayor seguridad de suministro, mayor competencia en el sector de generación, y la promoción de nuestros ricos recursos naturales para la generación de más energías renovables y su inyección al sistema.
A su vez, hace pocos días se ha dictado una nueva norma de calidad de servicio para la distribución eléctrica, la que no sólo pretende mejorar estándares, medidos en términos de disminución en número y frecuencia de interrupciones en todo el país, sino que establece por primera vez la meta de instalar medición inteligente en todos los hogares de Chile en un plazo de 7 años.
Comienza el año 2018. Si pudiéramos por un instante cerrar los ojos y mirar mentalmente hacia atrás, seríamos capaces de ver los enormes progresos de nuestros sector. Y al mismo tiempo, si miramos hacia delante, lo que vemos son nuevos y mayores desafíos, entre los que la calidad de servicio y modernización de nuestras redes pueden ser identificados, sin temor a equivocarse, como las principales metas para el futuro eléctrico de Chile.
Publicada en Edición Especial El Mercurio