Carmen llegó por primera vez al ascensor del Cerro Aduana junto a su madre cuando tenía apenas 10 años y nunca más lo dejó, hasta hoy, su último día como ascensorista. Con tan solo 15 años aprendió a “tirar de los carros” y fue así como se convirtió en la primera mujer maquinista de la ciudad.
Vio como los ascensores de Valparaíso pasaron de ser propulsados por agua a luego ser empujados por carbón, hasta que finalmente fueron movidos por energía eléctrica.
A lo largo de su vida ha hecho cursos de instalación eléctrica y de informática. Le gusta recorrer la ciudad en trolei y en tren eléctrico, y cree que la electricidad es la energía más eficiente del mundo. Carmen comienza ahora una nueva vida en un mundo, que describe como ” mucho más luminoso que antes”
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