Rodrigo Castillo, Director Ejecutivo Asociación de Empresas Eléctricas A.G.
A veces, hace falta alejarse para estar más cerca. O simplemente, cerrar los ojos, para mirar con el resto de nuestros sentidos. Esa fue la experiencia que junto a varios cientos de personas pudimos experimentar hace algunas semanas en el encuentro “Participación, Calidad de Vida e Innovación” que organizamos para celebrar nuestros 100 años de historia, en una conversación pura y directa con el arquitecto chileno Alejandro Aravena.
Nuestro gremio, durante muchos años, ha hecho hasta lo imposible por establecer nuevas formas de conversar. Nuevas formas de escuchar y de comprender profundamente lo que está detrás de las inquietudes y las preguntas de cada una de nuestras contrapartes. Clientes, comunidades, autoridades. Porque comunicarse en un nivel profundo, pasa por aceptar que el resultado de cualquier diálogo no nos conducirá, por la vía de explicar o convencer, a que el otro termine concordando conmigo. Por el contrario, dialogar es por esencia un ejercicio bilateral, en que ambas partes se validan y construyen algo nuevo. Que no es ni el total de mis ideas ni las de mi contraparte.
Tuvimos el privilegio de conversar con el único chileno ganador del Premio Pritzker.
Sin embargo, Aravena no es famoso por grandes obras arquitectónicas, sino por el contrario, por obras pequeñas e incrementales. Su prestigio se ha construido en base a su capacidad de dar respuestas a preguntas que los grandes arquitectos normalmente no se interesan en responder.
Nos habló de qué significa participación de la comunidad en el diseño de sus propios espacios. De la diferencia entre patrimonio y nostalgia. De políticas públicas más afectivas que efectivas. De que no existen las preguntas absurdas, y que nada peor que contestar bien las preguntas equivocadas. Nos aclaró que en su visión, la participación no se basa en preguntar a los futuros habitantes acerca del tipo de cemento o estructuras metálicas que prefieren en sus casas, pues ellos no tienen por qué saber de eso, y en cambio, sí se les debe preguntar mucho sobre sus necesidades, su manera de vivir, para poder responder con sus casas a preguntas correctas, en lugar de dar una magnifica solución a necesidades equivocadas.
Esas horas de conversación nos permitieron no sólo seguir admirando su obra, sino fundamentalmente cómo el cambiar la mirada, reconocer lo que no sabemos, el hacernos las preguntas más absurdas posibles, es el primer paso para construir cualquier respuesta acertada. Así, cuando Alejandro nos habló de su filosofía arquitectónica, nosotros reflexionamos cómo construir una mejor industria, mejores políticas públicas y un mejor país para habitar.
Por Diario Financiero